jueves, 22 de noviembre de 2018

La Pálida y la Colorada


ESCRITORES José Rafael Pineda Torres

Siendo ya un hombre que hacía rato había pasado la cincuentena me acordé de cuando era joven, guapo y enamorado.

La Pálida y la Colorada fueron mis dos grandes amores; tuve también dos negritas y hasta una chaparrita, pero a las que más recuerdo con afecto y emoción son a la Pálida y a la Colorada.

La Pálida al parecer tenía antecedentes aristocráticos y la conocí en lujoso aposento en dónde se exhibían también otras con delineadas curvas; bonitas y muy bien pintadas. Había de todos los colores y sabores: Altas, bajas, delgadas, llenitas y hasta panzonas de muy buen ver.

Estaban formaditas, vistiendo sus mejores galas en una sala grande; en cuanto me hice presente la dueña se acercó, tomó por la cintura a la Pálida que estaba despampanante y la llevó hacia donde yo estaba.

Ésta me dijo:– La encargué directamente desde Valencia, España–

Me quedé sin habla, la mujer la tomó delicadamente por el largo cuello y la hizo girar 360 grados; era muy bella y singular por lo que pensé que podría ser pariente de Lucrecia Borgia, de quien se dice que además de bella era promiscua, su padre el Papa Rodrigo Borgia, quien pasó a la historia con el nombre de Alejandro VI, era de origen valenciano. Su apellido original era Borja pero don Rodrigo lo italianizó. Fue un hombre controvertido, inteligente, audaz e intrépido para poder sobrevivir al Estado Pontificio siendo extranjero, pues esta persona era el representante de Dios en la tierra con el poder de coronar reyes o desestimarlos.

Legitimó la unión de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón quienes habían sido excomulgados porque eran primos. Si los Reyes católicos no hubiesen permanecido como esposos probablemente no se habría descubierto América en el año de 1492, por intermedio de Cristóforo Columbus, ni habrían expulsado de España a los moros que dominaron gran parte de la península ibérica durante 800 años.

Con el tiempo el lado obscuro de Los Borgia se ha ido suavizando, si bien es cierto que la familia cometió varios crímenes políticos, al parecer en ninguno se utilizó veneno como algunos historiadores lo mencionan, como tampoco es cierto que el Papa Alejandro VI, haya cometido incesto con su hija, aunque por supuesto eso no le quitaba lo promiscuo a Lucrecia y mucho menos lo díscolo a su padre.

En mi adolescencia fui a ver una película prohibida por la Iglesia, se llamaba: “Las noches de Lucrecia Borgia”. En aquella época la mayoría de edad se alcanzaba hasta los 21 años no como los 18 de ahora y como yo tenía sólo 16, había que pedirle a una persona de más edad que cumpliera con el requisito para sacar los boletos en la taquilla. El verdadero filtro estaba con el que recibía los boletos en la entrada y otra persona que era la de “Espectáculos” que se ostentaba como representante de la Secretaría de Gobernación para que sonara más rimbombante. Se extorsionaba con la misma cantidad que habías pagado por el boleto; pero nada era caro con tal de observar unos senos en movimiento, lo cual por supuesto no era lo mismo que apreciarlos en una fotografía.

Creo que lo mejor de todo era las fantasías oníricas, pues esa noche como es de suponerse únicamente pensaba en un par de senos jóvenes erguidos y lozanos; dormía y seguía soñando con ellos hasta que me despertaba la cruda realidad a la hora de consumar mis eróticos sueños.

Realmente es una ironía pues muchos años después fui al cinematógrafo con mi esposa y con mis dos hijos que eran estudiantes de la escuela elemental. Se exhibía una película de “Rambo”, el héroe del momento y no los dejaron entrar a ver la película por el contenido violento de la misma; decidimos ir a otra sala en la que se proyectaba una cinta para niños de su edad: una comedia alegre y divertida protagonizada por unos adolescentes en los que una jovencita mostró sin recato sus jóvenes senos para beneplácito de todo el auditorio y en especial para mis vástagos que gritaron entusiasmados ¡Se le está viendo el pecho hermanito! ¡Se le está viendo el pecho!

No puedo dejar de divagar ahora a la distancia y que soy gente mayor después de tantos años.

La Colorada era más humilde pues la miré por primera vez enfrente de un lugar en donde se mercadeaban cosas usadas pero eso no le restaba atractivo, pues inmediatamente quise hacerme de ella: la tomé en un rincón apartado dentro del lugar la senté en mis piernas y empecé acariciarla; primero la cabeza que tenía como diadema unos herrajes dorados, el cuello fuerte y un poco grueso pero suave al tacto, la boca con las comisuras hacia abajo como si estuviese triste, y en ambos lados “dijes” de concha blanca. Caja y cintura en armónica proporción, espalda recta que se ensanchaba y redondeaba primorosamente en la parte baja.

Las Negritas ambas de origen extranjero, relucían como el charol, usaban unos tirantes anchos, que se entrecruzaban desde sus grandes traseros hasta el cuello y eran primas hermanas, vanguardistas, de textura más suave; usaban aditamentos y correajes tal vez por esta característica y su potente voz, me costaron más dinero.

La Chaparrita era la mayor de todas, pero también era la más profesional; fue la primera que tuve siendo un niño con sueños de adolescente, ahora es la más viejita y la tengo jubilada, pues rara vez le pongo las manos encima.

La sensualidad de La Pálida y La Colorada persisten cuando toco sus cuerdas, pues parece que también mi sensibilidad aflora; recordando las canciones que cantaban mis abuelos, mis padres, mis hermanos y yo. Me provoca una gran satisfacción que ahora mis hijos toquen la guitarra y canten conmigo las canciones de Agustín Lara “El divino flaco” y más recientemente las canciones de Juan Gabriel.

Al tacto prevalecen en mi gusto las guitarras “La Pálida y La Colorada” tengo otra guitarra que perteneció mi padre, le puso por nombre “La alcahueta” pues debido a ella lo invitaban a todas las fiestas.

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